Cuerpo y territorio

En 1979 hubo dos exposiciones importantes de artistas rusos de la primera mitad del siglo XX: una en Francia, en el Centre Pompidou, llamada Paris-Moscú, y la otra en Estados Unidos, en el Los Angeles County Museum of Art, en 1980, bajo el título THE AVANT-GARDE IN RUSSIA 1910-1930.Ya conocía yo la obra de Sonia Delaunay, pues en esos años se comenzaba a publicar una revisión de su trabajo que, por primera vez, no la colocaba como un apéndice de su marido, debido a la influencia del feminismo y del artículo de Linda Nochlin en el que se preguntaba por qué no había mujeres geniales en la historia del arte de Occidente .*

Para mi sorpresa, en ambas exposiciones muchas mujeres importantes estaban incluidas entre los artistas rusos, que no sólo fueron pioneras en distintas áreas, como la misma Delaunay al incursionar en las artes aplicadas, o la Goncharova que fue muy admirada por su vehemencia técnica. La mayoría de estas artistas murieron jóvenes a causa de enfermedades infantiles o tuvieron que exilarse y fueron olvidadas, quizá porque con el realismo socialista se impuso un silencio sobre este periodo histórico. Me impresionó el énfasis sobre la cantidad de mujeres que habían destacado en esa época, esto, sin contar a sus extraordinarias poetas. Pensé que en México, en esos años de revolución y postrevolución, también había un número considerable de artistas, escritoras y personajes de la bohemia comparables, y sin embargo casi nunca aparecen más que como figuras subordinadas.

Esta curaduría surge de esta preocupación: ¿Por qué no hemos podido leer a nuestras artistas dentro de un contexto social e histórico más amplio y trazar las líneas de trabajo, las contradicciones, los fracasos y los aportes con los  que cada generación de mujeres se ha enfrentado? Si en los años setenta se trataba de discutir cuáles eran los obstáculos por los que las mujeres artistas no pudieron desarrollar un lenguaje profesional, mi pregunta ahora es ¿por qué nosotros que sí hemos tenido tal cantidad de creadoras no las incluimos dentro de la historia del arte mexicano sino como excepción? ¿Por qué no hay análisis sobre las relaciones entre los trabajos de nuestras artistas de diferentes épocas?

En 1981 fuimos invitadas Gilda Castillo, Emma Cecilia García y yo a organizar una exposición de mujeres artistas mexicanas en la Künstlerhaus Bethanien en Berlín Occidental. Ya entonces era muy claro que cualquier información sobre el arte mexicano que no fuera parte del discurso oficial tenía muy poca repercusión entre la crítica especializada, pero en el caso de las mujeres comenzaba con nuestra propia ignorancia. Desde  los criterios de selección hasta el reconocimiento de estrategias distintas que las valoradas oficialmente, nos encontrábamos una y otra vez con los prejuicios de ser consideradas feministas que seleccionábamos a las artistas con el único criterio  de que eran mujeres, como si no fuésemos lo suficientemente buenas para entrar y ocupar un lugar junto con los hombres artistas equivalentes en edad y trayectoria, y necesitáramos apartarnos para poder ser reconocidas como creadoras. No parecíamos sentirnos incluidas dentro de un cambio en la percepción de nuestro trabajo y del lugar que habíamos ocupado ya desde hace tiempo.

Es verdad que han cambiado las cosas. Mónica Mayer, junto con Víctor Lerma, ha cultivado con esmero un archivo tanto de arte contemporáneo como de artistas mujeres, mientras Maris Bustamante prepara un libro sobre las artes no objetuales. Sin embargo, a ninguna le ha sido fácil encontrar un editor porque se juzga que éstos son temas “menores”. Nos hacen falta revisiones más ambiciosas que incluyan los avances de la teoría crítica del arte para poder vernos, para encontrar y disfrutar la obra de artistas que forman parte de nuestra historia y que, seguramente, tienen mucho que enseñarnos.

Escogí para esta primera exposición del Museo de Mujeres Artistas Mexicanas el tema del cuerpo porque a menudo, en los años setenta, nos preguntábamos cómo poder representar a la mujer, a nosotras, de una manera diferente a la que los hombres utilizaban, como dejar de ser “modelos” y volvernos autoras.
          
Ahora parece una pregunta excesiva, innecesaria quizá, pero si revisamos todo el arte de los sesenta veremos que el cuerpo y su territorio cambiaron muchas de las prácticas artísticas y cargaron de una nueva energía temas como la identidad, las estrategias de representación, el dolor, la familia y la sexualidad. Las artistas  comenzaban a tocar estos aspectos desde un lugar donde la experiencia de su cuerpo está cosida a su obra. No pretendo agotar el tema ni están incluidas todas las posibilidades; es sólo un primer mapeo, una reflexión sobre un tema que me importa. Pongamos como ejemplo a Nahui Ollín, una mujer que es más conocida por las fotos de ella desnuda, atrevidas para la época, y por su biografía de mujer atormentada y bellísima, que por la grandeza de sus obras. Sin embargo esas fotos son obra ahora, son testimonios que artistas más jóvenes como  Ana Casas, Grace Quintanilla o Niña Yhared parodian o reutilizan para hablar de los límites entre erotismo y fantasía, entre objeto del deseo y agente de provocación. Han cambiado nuestras maneras de leer el desnudo, de descubrir al cuerpo, de marcar territorio.
Nota:
Ya  publicados existen algunos libros o antologías que marcan un comienzo: EL DESNUDO FEMENINO: UNA VISIÓN DE LO PROPIO de Lorena Zamora o LA IMAGEN FEMENINA EN ARTISTAS MEXICANAS CONTEMPORÁNEAS de Gladys Villegas. Aunque sin enfoque de género, están SER y Ver de Raquel Tibol y otros como Espejos que dejan ver: mujeres en las artes visuales latinoameircanas de María Elvira Iriarte y Eliana Ortega o IMAGEN Y REPRESENTACIÓN DE LAS MUJERES EN LA PLÁSTICA MEXICANA de la UAEM (Toluca), y el catálogo de la exposición que curaron las alumnas de Karen Cordero en la Ibero.  En performance existe toda una serie de CDs que hizo Josefina Alcázar sobre performanceras. Y Eli Bartra ha publicado varios libros sobre mujeres artistas /artesanas.
 
* LINDA NOCHLIN, “Why have there been no great women artists?” en  Artnews, Vol. 69, Núm. 9, enero de 1971.