Primer plano sobre un fondo de guerra

Primer plano sobre un fondo de guerra: maternidad-maternazgo; monstruo-máquina. Vida y poder en la narrativa de Marge Piercy y Margaret Atwood.
Karen Cordero Reiman

“La…él.”

Reflexión inspirada por un seminario alrededor de La bestia y el soberano de Jacques Derrida: La, él—la bestia y el soberano.
Este ensayo analiza ciertos pasajes de Woman on the Edge of Time de Marge Piercy y The Handmaid’s Tale de Margaret Atwood en los cuales se ponen en juego afectos que problematizan la maternidad y el maternazgo (termino utilizado por Marta Lamas para denotar el cuidado de niños, como acto social), desquiciando expectativas y estereotipos de género y relaciones de poder, en maneras que invitan a una lectura pertinente a partir de La bestia y el soberano de Derrida. El papel de la guerra como trasfondo en las dos novelas, también se toma en cuenta como parte de la ecuación vida-poder que se aborda desde este punto de partida.

Se trata de dos novelas, una norteamericana de 1976 y la otra canadiense de 1986, una aparentemente utópica y la otra aparentemente distópica. Las dos presentan visiones del futuro en cierto momento “post apocalíptico” cuando desastres ecológicos, políticos y culturales han dado lugar a nuevos modelos sociales, con nuevos leyes y maneras de abordar las relaciones de poder en el ámbito de género. La novela de Piercy alterna entre la vida de una mujer chicana interna en un psiquiátrico y el mundo útopico de Mattapoisett en la que entra periódicamente—no sabemos si por magia, efecto de medicamentos o halucinación. Es un mundo donde la desigualdad de género ha quedado en el pasado y como consecuencia se ha transformado la sociedad, el lenguaje e incluso la performatividad del cuerpo. La de Atwood dibuja el mundo de Gilead, donde la mujer ha perdido todo poder, incluso el poder de tener nombre, y se ha instaurado un sistema autoritario con fundamentos religiosos, y con papeles sociales y de género codificados por categoría y color.

En los dos casos, el papel social de la maternidad y el maternazgo se ha transformado, extrayéndose de cualquier principio de naturalidad o bestialidad para convertirse en una función regido por la sociedad. En Mattapoisett, todxs nacen de manera artificial por medio de un “brooder” y todxs pueden ejercer la maternidad—si así lo desean—independientemente de su género. Pero el acto de ser madre se disocia de la reproducción biológica y también de las relaciones amorosos o de pareja, así como de cualquier concepto de familia. En Gilead, debido a una baja en la tasa de reproducción, la procreación se ha convertido en una actividad regida por el gobierno y fomentada a través de una Ceremonia en la que los Comandantes, después de una lectura de la Biblia, tienen relaciones “rituales” con sus Criadas, en un escenario teatralizado donde la Criada se acuesta sobre el regazo de la Esposa del Comandante para ser penetrado por el Comandante. De lograrse el tan buscado embarazo, el producto pasa a la Esposa, y la vida de la Criada se salva.

En las dos novelas, narradas por mujeres (desde la subjetividad femenina), la narración de estos nuevos costumbres se da a conocer a lxs lectorxs en proximidad cercana a la mención de que las sociedades descritas están en guerra; el peligro de la vida y la sociedad se contrapone en términos narrativos al hecho de la procreación, la producción de vida, de manera sutil, casi accidental. En el caso de Woman on the Edge of Time, se dibuja un escenario de guerra deshumanizada: “You never know whether you’re fighting people or machines…. They use mostly robots or cybernauts.” En cambio, en The Handmaid’s Tale la guerra se presenta a través de las noticias, como posible simulacro, con actorxs humanxs (soldadxs—Angels of the Apocalypse, Angels of Light--, escenarios naturales (colinas boscosas), helicópteros (“black ones with silver wings”) y prisioneros cuyos cuerpos revelan el impacto de la batalla (“a prisoner with a stubbled dirty face, flanked by two Angels in their neat black uniforms”). Se narra: “the war seems to be going on in many places at once”.

Por otro lado, en los dos casos, la desvaloración de la experiencia corpórea del embarazo como parte esencial de la experiencia femenina, eje del poder femenina, al igual que la identidad entre madre e hija (en los dos casos se trata de mujeres que tienen hijas pero fueron separadas de ellas por hechos violentos)—en un caso por el gobierno por maltrato físico, y en el otro por el ejército al capturarla mujer para ingresarla al sistema de selección y entrenamiento de mujeres de edad reproductiva como Criadas. En varios momentos las narradoras de las novelas evocan con nostalgia estos vínculos y la manera de experimentarlos físicamente, como apego, como memoria honda, y como una parte esencial de su identidad y de su concepto de lo que es Vida.
Llama la atención en este contexto la explicación que se da en Woman on the Edge of Time de la reformulación social y política de la maternidad y el maternazgo en Mattapoisset:
It was part of woman’s long revolution. When we were breaking all the old hierarchies. Finally there was that one thing we had to give up too, the only power we [women] ever had, in return for no more power for anyone. The original production: the power to give birth. Cause as long as we were biologically enchained we’d never be equal. And males never would be humanized to be loving and tender. So we all became mothers. Every child has three, to break the nuclear bonding.

Esta explicación provoca angustia, nausea, enojo y rechazo en Connie, la protagonista; la experimenta como una negación o violación de algo que ya no tiene pero que es fundamental a su ser: “How could anyone know what being a mother means who has never borne a baby in blood and pain, who has never suckled a child. Who got that child out of a machine the way that couple, white and rich, got my flesh and blood. All made up already, a canned child, just add money. What do they know of motherhood?”

Por otro lado, en la descripción de la Ceremonia en The Handmaid’s Tale, la experiencia de la enajenación producida por la procreación a través de una maquinaría humana donde todo afecto se prohibe pero inevitablemente se asoma es evidente.
My arms are raised; she holds my hands, each of mine in each of hers. This is supposed to signify that we are one flesh, one being. What it really means is that she is in control, of the process and thus of the product. If any. The rings of her left hand cut into my fingers. It may or may not be revenge. My red skirt is hitched up to my waist, though no higher. Below it the Commander is fucking. What he is fucking is the lower part of my body. I do not say making love because this is not what he is doing. Copulating too would be inaccurate because it would imply two people and only one is involved. Nor does rape cover it. Nothing is going on here that I haven’t signed up for.

La literatura feminista de los años setenta y ochenta plantea el dilema de la maternidad como experiencia e institución, y la necesidad de transformarla pero a la vez lo problemático que esto es en términos de la autoconcepción femenina, y la experiencia de la maternidad como poder, y como cierta defensa, casi talismán natural contra la guerra—una apuesta por la vida. La plantea como una experiencia que va de la mano de la violencia, la plantea como producción, como vivencia física (maternidad) y vivencia socio-psicológico (maternazgo).

No plantea ninguna salida fácil sino plantea la necesidad de imaginar otros escenarios como un elemento que permitirá transformación eventual de conciencia y experiencia.